Visita al Museo del Cristal y el Cristal en el sitio de la fábrica de vidrio Meisenthal

Museos

Maravillosa máquina del tiempo, la Cristalería Meisenthal rinde homenaje a la memoria obrera de su territorio combinando su patrimonio técnico, artístico y arquitectónico con expresiones creativas contemporáneas. Tras una primera parada en la zona de recepción/taquilla/tienda, el recorrido comienza con la visita al Museo del Vidrio.

Con el fin de organizar la próxima temporada navideña en las mejores condiciones posibles, la ruta turística permanecerá cerrada del 23 de octubre al 15 de noviembre, ambos inclusive.

Totalmente nueva y profusamente documentada, celebra con garbo tres siglos de aventuras vidrieras en Meisenthal y la región. En el Centro Internacional de Arte en Vidrio, una galería de exposiciones y un entresuelo con vistas a un taller dedicado a demostraciones de sopladores de vidrio nos muestran el renacimiento de la tradición vidriera. La última etapa de la visita nos lleva a la Halle Verrière, una catedral industrial reconvertida, que ofrece un programa ecléctico (música contemporánea, artes en vivo y arte contemporáneo).

Horaires d'ouverture

Du samedi 1er avril au dimanche 20 octobre 2024 : ouvert du mardi au dimanche de 13h30 à 18h. Fermé le lundi sauf jours fériés. 

17h : dernière vente de billet d’entrée

Museo del vidrio de Meisenthal

La Verrerie de Meisenthal se fundó en 1704 en el norte de los Vosgos, en el este de Francia. Produjo decenas de millones de piezas de vidrio utilitario y copas baratas. Entre 1867 y 1894, la cristalería sirvió de laboratorio a Emile Gallé, director de la Escuela de Nancy, que llevó a cabo una investigación técnica y artística sin precedentes, lo que dio a Meisenthal el estatus de "cuna del vidrio Art Nouveau". La unidad de producción sobrevivió a las guerras mundiales, pero no optó por modernizar sus instalaciones de producción y encalló en los albores de la década de 1970. La fábrica, que llegó a tener 650 empleados, cerró sus puertas el 31 de diciembre de 1969, dejando a su paso una sirena sin voz, una iglesia negra por el humo, un descampado despojado de sus piezas por los chatarreros y los recuerdos desmoronados de una aventura obrera (des)pasada. Con el pleno empleo, no hay movimientos sociales, ni revueltas. Sólo la muerte inofensiva de una sociedad anónima. Sólo en apariencia. Porque allí, en la hondonada de las montañas, nunca se ha apagado la fe de los hombres, empresarios, vidrieros virtuosos y creadores...

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